MARTA
Hugo y Javier nacieron el 24 de noviembre de 2008, así es que ¡ya van 20 meses de exitosa lactancia!
Amamantar a mis hijos ha sido una de las experiencias más bonitas de toda mi vida. En el momento de dar el pecho siento una paz enorme, y sobre todo muchísima felicidad, al sentir a mis hijos tan cerca y tan unidos a mi. Recuerdo una ocasión en que Hugo soltó la teta, me miró sonriendo, dijo “mamá” y volvió a agarrarse y a mamar con avidez. ¿No es eso una verdadera declaración de amor?
Por suerte, no he tenido ningún problema en estos 20 meses. Ni una grieta, ni mastitis, ni crisis, ni “huelgas de hambre” de los peques... nada.
Mi único problema, y bien gordo, fue con el inicio de la lactancia. Durante la semana que pasé en el hospital, recuperándome muy lentamente de la cesárea (desde mi punto de vista, “inne – cesárea” y desde luego nada deseada) mis hijos no se agarraban al pecho. En ese entorno tan hostil para ellos, y con mamá hecha polvo, lo único que hacían al acercarse al pezón era quedarse dormiditos, y poco a poco perder peso. Me he preguntado miles de veces qué pudo pasar, y he elaborado mis propias teorías al respecto, que ahora no voy a contar. Me costó muchas lágrimas y mucho sufrimiento conseguir que, al final, mis hijos mamaran. A Hugo le costó sólo una semanita aprender; Javier tardó casi dos meses; pero ahí siguen desde entonces y eso es lo importante.
Ahora empiezo a pensar en el destete. ¿Cuándo llegará? ¿Cómo se producirá? ¿Será gradual, o dejarán el pecho de golpe?
De momento, una de las palabras que más y mejor pronuncian mis hijos sigue siendo “teti”
ALICIA
Nunca pensé que mi maternidad iba a ser así, de hecho, nunca me imaginé mi vida con hijos y ahora tengo dos... Dos hijos que los dos maman de los pechos de su madre, la madre que los gestó y los ha parido con dolor, pero no con sufrimiento.
Hoy en día mi hijo mayor tiene tres añitos y aún le doy el pecho. Y mi hijo pequeño tiene tres meses y, cuando mama con su hermano, se ríe al ver a su hermano sonreírle... Y yo, henchida de orgullo por ver que soy una mamífera capaz de alimentar a sus crías, los contemplo exhorta en mis pensamientos... si me faltara alguno me moría aquí mismo...
Cuando me quedé embarazada de mi hijo mayor tenía claro que le daría el pecho porque era lo mejor, el mejor alimento y el mejor apego. Suponía que sería capaz de darle hasta el año, pero lo veía como algo lejano, lejano... Hoy en día pienso en cómo ha pasado el tiempo, ya lleva tres años de niño lactante y sólo de imaginarme que no le queda mucho para que él mismo corte este "cordón umbilical", se me salta una lagrimilla.
He pasado por muchas cosas en estos tres años, más buenas que malas, pero no lo cambio por nada, esto es un regalo que nos estamos haciendo mutuamente, un regalo para toda la vida...
Supongo que el pequeño también mamará al menos tres añitos, nunca se sabe, pero lo deseo y lo espero. La lactancia de éste está siendo mucho más gratificante, porque la experiencia es un grado y te hace saltarte los malos ratos y las incertidumbres del principio. Y también él y yo nos haremos este regalito, con la complicidad del mayor.
Hoy en día cuando alguien me pregunta por qué me parece tan importante darle el pecho a un hijo siempre contesto algo que le leí a CG y que me gustó mucho: porque dar el pecho es un acto de salud como lo es el respirar o el comer. Yo estoy sana, por tanto doy el pecho a mis hijos porque no tengo nada que me lo impida, porque es una parte de mi sexualidad femenina a la que no tengo por qué renunciar. Porque quiero y porque me gusta, y porque nada hay más bonito que ver la cara de tu niño sonreírte con tu pecho en su boca y el hilillo de leche que se le escapa al reír, por todo eso vale la pena ser madre de teta.
MAYA - Lactancia en notas:
Sobre todo de Amor. Nunca pensé poder sentir lo que siento cuando estoy contigo. Nunca pensé ser feliz como lo soy a tu lado. Nunca pensé poder querer tanto como quiero. Nunca pensé en ti, pero ahora no puedo pensar sin ti.
Antes de nacer no me había planteado nada serio. Lo mejor para ti… lo mejor para mi… pero sin condiciones: libertad para decidir. Si puede ser, lo que pueda ser, seis meses dicen… !Que equivocación! ¡Que desconocimiento!
Aún caen lágrimas; aún palpita el corazón recordando nuestros primeros días juntos: desconocidos, heridos, inexpertos, frágiles…pero con instinto. Como los animales que no mueren porque el instinto de sobrevivir es poderoso; como los animales que se aferran a la mínima esperanza; como los animales, que luchan con todas sus fuerzas por existir.
Nuestra primera noche juntos: separados
Nuestro primer intento de alimentarte naturalmente: artificial
Nuestra falta de experiencia y fragilidad: fuerza
Nuestra primera batalla contra el sistema… hoy puedo decir que ganada!!
Cuando comenzamos fue duro, y aún lo es en determinados momentos, pero …
¿Quién dijo que la vida fuera fácil?
Terapia sanadora del alma...
Tras los primeros desánimos nos fuimos superando: error-ensayo-aprendizaje
Una figura importante despeja un poco el horizonte, un apoyo incondicional: Amaryi
Y tras los duros comienzos: tesón. Necesidad de estar junto a ti. Necesidad de tenerte junto a mi. Necesidad mutua de amor, de contacto, de abrazos, de caricias, de que volvieras a ser en mi , dentro de mi, junto a mi, encima de mi… ¡siempre!
Luego, de nuestros esfuerzos, surgió el milagro: Comenzó a fluir algo poderoso entre los dos, de repente … ¡la compenetración! ¡ el contacto total! ¡el extasis sublime de sentirnos uno!.
Y sobre todo… el no querer renunciar a esta pasión.
Tras momentos de debilidad (como siempre hay en la vida) volvía la fuerza. Altibajos, coacciones externas, épocas de pensar en la rendición, ganas de tirar la toalla… pero por encima de todo: afán de superación para no perder el poder de esta “Magia” .
Y aquí estamos: tras dos años disfrutando. Tu de mi, yo de ti y juntos del amor… sin saber cuando va a terminar, sin querer que termine, disfrutándolo en paz… hasta que mi pajarillo quiera volar.
MAMEN
Héctor va a cumplir cuatro meses y aquí seguimos con lactancia materna exclusiva. La verdad es que he tenido muchísima suerte de momento. Tenía muy claro que quería darle el pecho a mi hijo y afortunadamente hasta ahora no he tenido ningún problema. Esto no quiere decir que sea fácil. Al principio fue muy cansado y lleva muchísimo tiempo. Se necesita estar muy convencida y tener mucho apoyo, yo tenía ambas cosas. Creo que nuestro éxito de momento es debido a varias cosas. Una es que el parto fue natural, Héctor nació con buen peso y con todo su instinto de succión, no nos separaron en ningún momento, a los 40 minutos calculo que ya estaba mamando. El piel con piel, la tranquilidad y felicidad de esos momentos y esa primera noche que pasó a mi lado y que yo apenas pegué ojo, creo que han sido fundamentales. Otra es que yo durante el embarazo me había preparado informándome con lecturas y otras mamis de Amaryi de en qué consistía, cómo funcionaba el pecho, las posturas correctas, etc... También creo que he tenido mucha suerte porque temía las mastitis y otros problemas que tienen muchas madres y afortunadamente yo no los he tenido. La experiencia está siendo maravillosa. Héctor toma pecho a demanda y así una se da cuenta de qué verdad es esa de que el pecho no es sólo alimento. Para él es consuelo, tranquilidad, paz... y para mi también ¡es maravilloso¡. Me gustaría seguir hasta que él quisiera, ya veremos si es posible, os iré contando.
TXUS
Rodrigo tiene 2 años. Nunca ha mamado pero ha tomado leche materna exclusiva hasta los 7 meses de edad. A día de hoy nadie ha sabido decirme por qué, pero todo el mundo está de acuerdo en ciertas cosas: comienzo difícil (cesárea, biberones sin permiso en el nido del hospital), ayuda insuficiente en el hospital y en el postparto, escasa cultura de lactancia en el entorno, falta de un grupo de lactancia al que acudir en aquellos momentos,…
En fin, un desastre. Todo lo que podía salir mal, salió. Y yo, primeriza, confiada, temerosa,… pues me dejé llevar. Aunque mi empeño por darle mi leche fueron más fuertes que toda la oposición que encontré a mi alrededor. Necesitaba darle mi leche a mi hijo. No podía privarle de todos los beneficios que conlleva el tomarla. No podría cargar con eso en mi conciencia y mucho menos, viendo como día a día se me desbordaban los pechos de tan cargados que venían.
Desde el primer día ya me ofrecieron en el hospital tomarme la pastilla para cortar la leche en cuanto les pregunté cómo tenía que hacerlo para que se agarrara bien y dejara de llorar. Lo único que conseguí fue desprecio, frustración, sentimiento de inutilidad y dolor, mucho dolor. Porque la manera de estrujarme “las que en teoría sabían y me iban a ayudar” no era normal y lo único que consiguieron fue que dejara de preguntar y deseara salir del hospital cuanto antes para buscar ayuda.
Hasta el tercer día no descubrí el lactario. Y no fue porque me lo ofrecieran (ellas con darme un biberón tenían bastante) sino porque una de las madres con su niña en neonatos me comentó que ella se extraía leche para que se la dieran abajo. Me quedé muy sorprendida pero se me abrieron los ojos ante la posibilidad de darle mi leche aunque fuera en biberón. Al menos, hasta que saliera de allí y encontrara alguien competente que me ayudara realmente y se preocupara por mí y por mi hijo. Así que los 3 días siguientes los pasé en el lactario mientras mi marido y mi familia cuidaban de mi hijo.
Cuando me dieron el alta, mi marido ya había comprado una máquina (supercara, por cierto) para sacarme leche. Pensé que era un gasto inútil porque en seguida conseguiría que mi niño lactara. En un par de días iba a la matrona. ¡Qué equivocada estaba! La matrona no era la misma que me llevó el embarazo. Era una chica nueva, joven, recién salida de la carrera, sin familia. Se sabía muy bien la teoría (yo también) y me ayudó lo que pudo. Pero no fue suficiente. Empecé a buscar en internet. La Liga de la Leche me ayudó sobretodo dándome ánimos y apoyándome pero no estaban conmigo y no podían verme ni corregirme si hacía algo mal. Necesitaba más. Algo presencial. En toda Extremadura entonces solo había 3 grupos de lactancia conocidos (Plasencia, Miajadas y Zafra). Decidí Miajadas por cercanía. Y encontré a mi sol, Concha. Que estuvo una mañana entera conmigo, con mi marido y con mi hijo intentando que se cogiera al pecho. Le miró la boca, bien, la postura bien, las ganas bien,… Todo bien. Me dio unas pautas a seguir en casa (piel con piel, leche con vasito, paciencia,…) Pero ya habían pasado más de 20 días, Rodrigo ya no estaba por la labor y yo estaba agotada. Agotada de sacarme leche cada3 horas o menos durante una hora o más (dependiendo de lo que tomara el niño. Siempre a demanda) Agotada de intentar ponerle al pecho cuando reía, cuando dormía, cuando lloraba, cuando no hacía nada más que mirarme,… a todas horas. Para ver cuál era el momento. Agotada de que no cogiera el pecho y si lo cogía se quedaba con el pezón en la boca esperando que cayera algo o qué se yo. Y se enfadaba cuando no caía. Así que no aguanté más y me resigné. La maquinita con la que no esperaba contar más que unos días antes que se estableciera la lactancia se convertiría en mi fiel amiga durante los siguientes 6 meses. Nada de viajes largos, siempre con la maquina a cuestas, yendo a sitios donde pudiera enchufarla en caso de necesidad, con la neverita al lado, prepara leche, congela leche, “ésta para el camino”, “ésta para mañana”,… Hasta tal punto llegó mi enganche que cuando se me estropeó la máquina un día, creía que me moría. Y el sofocón que me llevé porque mi hijo no podría comer fue tal que mi marido salió disparado a comprar otra si hiciera falta a pesar que no nos sobraba el dinero. Tuvimos que alquilar una en Prenatal durante una semana (ir al hospital cada 3 horas no era factible) y luego nos dieron una de sustitución los de Phillips porque la otra no tenía arreglo.
Me propuse 4 meses como meta. “Hasta Diciembre. Si llego a Diciembre será un logro. Tengo que ser fuerte hasta Diciembre. Por él.” En Diciembre, me vi aún con fuerzas a pesar de los contratiempos y decidí seguir un poco más. Pero un día en febrero, ya no pude más. Estaba agotada. Ése día me saqué 3 veces y el día siguiente no cogí ni la máquina. No podía más. Se acabó. Aún así, con lo que tenía guardado le di leche materna 3 meses más.
Y lo peor de todo fue cuando me paré a pensar en todo el tiempo que me había perdido con mi hijo, la de besos, achuchones y contacto físico que no había tenido por mi parte mientras yo me extraía la leche. Que ni siquiera le di todos los biberones porque tenía que aprovechar esos ratos que estaba más tranquilo para sacarme más. Menos mal que tengo un cielo de marido que me cubrió totalmente e hizo su trabajo de padre magníficamente. Dándole de comer, cambiándole los pañales, durmiendo con él y jugando con él mientras yo estaba sentada en el sofá “trabajando”. Sola. Es muy duro. No puedo dejar de llorar mientras escribo. Y no hay día que no piense en cómo una madre puede estar tranquilamente dándole un biberón a su hijo (cuando no ha tenido ningún problema, claro), privándole de ese tesoro que es la leche materna, mientras otras mujeres como yo, no lo han conseguido y han tenido que pasar por estos calvarios. Y no entiendo como los profesionales que deberían ayudar a ésas madres cuando lo necesitan duermen tan tranquilos en sus casas sabiendo que no han hecho bien su trabajo y lo único que han causado ha sido más pena y dolor.
¡Cuánto deben cambiar las cosas! Y ¡Cuánto tiene que cambiar la gente para que estas cosas sean meros recuerdos del pasado!
Mi deseo en la Semana Mundial de la Lactancia Materna es que toda la gente que esté en contacto con las recientes madres y que puedan ayudarlas, SEPAN hacerlo como corresponde y, si no saben, que las deriven donde sí puedan ayudarlas. Porque la leche materna es un derecho vital de la infancia y no somos nadie para privarlos de ése derecho.
MONICA - Instinto Animal
Como mamíferos que somos, nuestros hijos se desarrollan dentro del vientre materno y son alimentados de sus mamas por ello; si somos capaces de alejarnos del entorno social que corresponde a la época en la que nos tocó vivir, seremos capaces de parir y amamantar a nuestros hijos, sin intervención alguna.
La matrona nos contaba que si los gatinos y los animalitos que están en el campo, tienen el instinto para parir, amamantar y criar a su prole, nosotros, la especie humana, cómo no íbamos a ser capaces, si tenemos capacidad intelectual, de comunicación y apoyo para la salud en ese proceso. Y esto nos fue confirmando y reafirmando, al tiempo que nos dada mucha perspectiva sobre el acontecimiento.
Resultó que al encontrarte en el trance, las sensaciones de temor y de ilusión iban y venían como un carrusel. Somos gente de cine y para nosotros era como si de una película se tratara, la sensación era que lo estábamos viviendo en primerísima persona, a un nivel de consciencia tal, que aún hoy nos sorprendemos con una hija en casa, como si de un regalo sorpresa se hubiera tratado.
El parto resultó fácil, nosotros pusimos bastante de nuestra parte y el equipo sanitario también. Evohé resume todo lo que somos sus padres, y si nuestras energías son interesantes, tranquilas, luchadoras y con afán de superación, lo que nos transmite ella es tranquilizador. Aporta el sosiego que necesitamos para saber que el malestar, el dolor, la crisis, el hambre no durará eternamente, en algún momento conseguirá sosegarse porque la ayudamos, la atendemos, la queremos y la respetamos. Esta familia se está conociendo, se está comprendiendo, y nos estamos enamorando los unos de los otros.
La lactancia se inició con ese instinto animal de succión que sorprende nada más verlo. Y ya, todo estaba bien.
…ocho meses después, seguimos bien, muy bien…
ADA
Narrar por medio de palabras propias lo que solamente puede ser considerado como un don es difícil y un poco injusto. Juan llegó antes de nacer y desde ese momento (altibajos de por medio) llegó su risa sin que nosotros siquiera la imaginásemos. Ahora la disfrutamos y se nos ensancha el alma: se abre el cielo cada vez que mi niño abre la boca y sonríe. Supongo que el sentimiento de no ser merecedora de tanta felicidad no es algo nuevo para quien sabe que, más allá del amor de una pareja puede generarse otro amor, distinto, vivo y lleno de esperanza y de futuro.
El pasado 28 de febrero, tras un parto artificioso que acabó en un sin-parto/sin calma/sin beso/sin derecho a caricia después del esfuerzo (y con mamá casi en el suelo del quirófano porque el celador se la dejó caer) inauguramos un nuevo “cordón” en el que papá también está. La lactancia comenzó siendo una tarea complicada, porque Juan comenzó a tomar el biberón nada más nacer (una cosa de glucosa, creo) y después continuó con más comida de mentira porque tenía hipoglucemia. Al cuarto día, justo antes de la vuelta a casa, empezamos casi por las bravas, con el pecho. Nunca olvidaré el movimiento mecánico de la boca chiquita de mi vida tomando leche de mamá. Sentí que algo inaudito estaba sucediendo: un milagro después de cuatro días de intentonas en vano. La noche fue muy larga para todos y, al día siguiente, nos marchamos a casa. Se sucedieron las grietas y Vega acudió en nuestra ayuda y nos auguró que, cuando menos cuenta nos diésemos, Juan mamaría haciendo el pino. Así fue y ahí andamos: sabemos que comer puede significar quererse y que nunca nadie nos robará tanto cariño mutuo dado y recibido; sabemos que el esbozo de una sonrisa puede ser sinónimo de saciedad y que el sueño abrigado en los brazos de outro es el mejor posible de los sueños, el que proporciona descanso verdadero. Nos vivimos en la gracia de ser cómplices de algo que funciona porque nos hace mejores y más fuertes. A pesar de los reproches y los consejos, injustos por generalizadores los primeros y escasamente pedidos los segundos. Juan, Ángel y yo os agradecemos la ayuda, el apoyo y la escucha. Gracias, Amaryi.
Un saludo,
Ada
P.D.: Me resulta imposible hablar de todo esto con más concreción o de manera más descriptiva. Simplemente se trata de algo tan maravilloso que la expresión linguística es demasiado pobre. Describir la felicidad es como intentar describir un color a quien nunca lo ha visto: complicado y siempre deficiente.
DIANA
La lactancia de mi hija Celia está siendo una de las experiencias más placenteras de mi vida. Pasados los primeros días, en los que a ambas nos costó un poco acoplarnos, con alguna que otra lagrimilla (aunque por suerte sin ningún problema serio), comenzó esta pequeña rutina diaria que me ha reportado tantas satisfacciones.
La satisfacción de ver crecer a mi hija sana y feliz, la de ser alguien insustituible para ella. La satisfacción de ver cómo se te queda mirando a los ojos y de repente esboza esa sonrisa deslumbrante, aún con el pezón en la boca.
Mi niña va camino de los catorce meses ya, y ahora que acabo de incorporarme al trabajo encuentro un enorme consuelo, tras las horas que pasamos separadas, en esa intimidad que seguimos compartiendo cuando al llegar a casa me reclama y se agarra a mi pecho y juega con mi pelo y me mira con esos ojos que me dicen que está feliz de tenerme de nuevo en casa.
Gracias a todas, chicas. Por compartir vuestras experiencias y sabiduría. Bs a todas, a vuestras parejas y bebés. Sois las mejores.
ResponderEliminarEstoy emocionada por vuestras palabras, pese a que alguna de vosotras piensa que no ha conseguido transmitir la esencia de esos sentimientos que es capaz de hacer aflorar la lactancia, creo que lo habeis logrado.
ResponderEliminarGracias tribu.
Muy bonito. Enhorabuena a todas por transmitir tan bien los sentimientos de muchas de nosotras. Gracias a Amaryi, que hace posible que muchas mamás sigamos disfrutando de la lactancia. Y sobre todo gracias a Txus, un ejemplo a seguir y la prueba de que es posible alimentar a nuestros hijos con leche materna a pesar de todas las zancadillas y contratiempos.
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