Desde
pequeñito su mamá fue muy estricta, aunque le adoraba y le quería con locura,
no permitía que Jaime hiciese nada que importunara a nadie. Le adiestró
tempranamente para que no utilizara el llanto como reclamo a sus necesidades,
por eso, desde que nació únicamente consentía que se le cogiera, ya no solo
ella sino cualquier otra persona, para cubrir necesidades fisiológicas, es
decir, para alimentarle, para cambiarle de ropa o de pañal… Al cumplir 3 meses
le sacó de su habitación y utilizando un método muy efectivo y rápido consiguió
que en dos semanas cesaran los llantos. Jaime era un niño muy dócil, según su
madre, y muy pronto comprendió lo que se le estaba intentando enseñar: “Por la
noche había que dormir y dejar descansar a mamá.”
Cuando
Jaime creció un poquito más, su mamá no permitió, bajo ningún concepto, que
utilizara el llanto para hacerle chantaje, no se dejó manipular ni una sola
vez. Su mamá estaba orgullosa, se repetía a menudo, "haré de este niño un
hombre, como debe ser".
Jaime no
tardó en comprender que para recibir amor de su mamá debía comportarse de
aquella manera que ella consideraba correcta y aunque a veces se
equivocaba...como ese día que tocó el agua de un hermoso estanque y la hizo
volar. Descubrió que si antes de hacer algo que se le ocurría la miraba, ella
con los ojos le diría si estaba bien o mal y de este modo se ganaría su “amor”.
Así
fueron las cosas. Jaime fue creciendo y cumpliendo las expectativas de su mamá,
al terminar el instituto siguió los pasos de su abuelo Rafael, tal y como
deseaba su madre, sería registrador de la propiedad, era un trabajo que además
de estabilidad económica le reportaría un estatus social idóneo y adecuado a su
clase social.
Tuvo
algunas novietas, pero hasta no encontrar a la persona apropiada y a la vez
aprobada por su madre no se atrevió a dar ese paso tan importante como es el
matrimonio, se caso y al cabo de siete años, ya tenía a sus tres hijos, todo
estaba pensado y calculado, que bien le iba la vida a Jaime, tenía trabajo,
dinero, familia, no se podía esperar más de la vida. Sin embargo, Jaime, en su
más recóndito y escondido interior albergaba una sensación extraña e incómoda.
En realidad esa sensación siempre había estado ahí, pero la había identificado
con la ambición y con el ánimo de superación que toda persona debe albergar
para prosperar.
Se había
dicho...”cuando termine mis estudios se marchará” y al concluirlos, pensó: “seguro
que cuando saque mi plaza de registrador todo terminará”, después, “cuando
consiga la plaza fija!”, “cuando me eche novia!”, “cuando tenga una casa!”, “cuando
me case!”, “cuando tenga un hijo!”, “cuando tenga todos los hijos que he
planeado tener!”, “cuando termine de pagar la hipoteca!”...pero nada.
Ahora a
los pies de la cama de su madre, de cuerpo presente, y con 55 años cumplidos de
repente sintió un gran alivio, en seguida miró de forma instintiva a su madre
para que aprobara aquel sentimiento inesperado que le inundaba. Pero ella
estaba allí inerte y fría, tan fría como ella misma se había impuesto ser hace
ya mucho tiempo. Jaime no lloraba, pero sentía un hondo y profundo sentimiento
de temor, terror, estaba solo!, seguía solo, como aquel día que estuvo en la
oscuridad de su cama llorando hasta que exhausto cayó rendido y cedió al sueño,
o como aquella vez que con 8 años cambio las sábanas aprisa en mitad de la
noche para que su madre no se diera cuenta de que no había sido capaz de
contenerse. Era de nuevo esa sensación, esa sensación que tantas y tantas veces
había sentido, era ese sentirse SOLO. Pero no solo como cuando uno mismo decide
estarlo, como cuando uno mismo decide disfrutar de su ser, de su paz interior y
de su alegría innata. Esa soledad Jaime nunca la había experimentado, quizás
porque nunca se le dio esa gran oportunidad, quizás porque alguien se olvidó de
lo que era realmente importante, quizás porque estaba ocupado cumpliendo
expectativas, quizás porque nunca había dejado de sentir miedo en su interior y
la soledad con miedo es una cárcel maldita.
Yarim’12
Precioso . Gracias yarim
ResponderEliminarMe ha emocionado muchísimo. Muchas Gracias
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